marzo 08, 2010

Un frió engaño

Aquí, en el lugar de siempre, esperando el autobús. Despierta viéndote llegar, pero en realidad, estoy dormida profundamente y recordando tu partida con día incierto pero hora exacta.

Recuerdo muy bien aquel buzo azul y sentada en la cafetería de la estación a las 16 horas de un día terriblemente normal. Había despertado a las 4 sin poder continuar con el sueño, prendí la luz pero el recibo no estaba pago, así que tome una ducha, pero no era normal, dure 3 horas allí sentada en la bañera y tomando vino tinto. Algo me tenia intranquila pero no sabía que podría ser, ni tampoco que pasaría mas tarde. Cuando salí de la ducha, mi vecina estaba tocando la puerta y ofreciéndome parte de su desayuno, ante tanta rareza con el estomago más que vacio, acepte. Siendo las 10 las cosas iban siendo más extrañas en aquel cuarto de alquiler. No sabía qué hacer con la temperatura que estaba quemando la calefacción, y aun así, el frio se hacía insoportable y los perros en la calle no se quedaban callados.

Hacia las 12:30 recibí una carta que decía que fuera a aquella estación de autobús, pero muerta de miedo no fui. Luego recibí un mensaje en el móvil y después una llamada donde exigían mi urgencia por ir a aquel sitio. Me arme de valor y fortaleza y tome un taxi, llegue y espere a un hombre con cierta descripción explicada en la carta. Cuando llego, vi pasar mi vida a través de aquellos ojos, y sentí como si todo el lugar desapareciera.

Tú, eras tú y una compañía que no pude descifrar pero que me destrozo con aquel beso. Mis lágrimas no cesaban pero el silencio dentro de mí, me estaba partiendo el alma. El autobús llego, y tú… Te fuiste allí sin importar que afuera, donde llovía a cantaros, afuera estaba yo. Tomaste tu viaje y sin olvidar más que tu equipaje, te fuiste con ella. Yo, afuera sentada y desconcertada, con mi amor en tus ojos, morí. Olvidaste mi boda, sin ti no podre casarme.

Te fuiste y sin tu traje, sin tu corbatín, ni tú arreglo de bolsillo. Y yo, con mi vestido blanco, me seguí preguntando porque no diste la cara dos días antes y me decías de tu engaño, solo esperaste al día anterior para irte y sin decirme nada. Te odio porque eres detestable y un cobarde sin razón. Tu el futuro esposo, y yo en el presente, la novia.

Todo acabo, mi misterio de aquel día también, mi desvelo y madrugón, tenían razón… Tú.

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